jueves, 30 de junio de 2011

La humedad se entremezclaba con la sal que recorrían su piel, el agua del mar saíia poco a poco mojando los pies de ambos. Se recostaba entre besos y susurros para mirar el mar de cerca, para ver el infinito y apreciar que allí no le corría prisa la eternidad, que más que una vida, tenía un mundo. No supo cuanto perdió, pero valoró lo que ganó y hoy habría matado por una sonrisa de aquel joven que hacía hoyos en la arena y surcos en su piel. 

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