domingo, 18 de septiembre de 2011


Cerré los ojos quedándome dormida entre sus brazos. Dormía sin soñar, supongo que porque mi sueño ya estaba ahía mi lado. Entreabrí los ojos un poco solo para comprobar que era él el que me rascaba la nariz y, sobre todo, comprobar que todavía estaba allí. Volví a dormirme tranquila, de vez en cuando lo sentía moverse, pero eso solo era la confirmación de que estaba allí. Cuando el despertador sonó me desperté y me pasó lo más bonito de toda mi siesta: él seguía ahí, con una gran sonrisa. Me llenó de besos, besos cortos, besos largos, besos dulces, salados, pero simplemente, besos. Y esa fue la vez que más feliz me sentí al despertar.

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